Pasos Silenciosos

El precio del sueño Americano en el Tapón del Darién

Por: Carolina Serrano Roldán

“Esto se viene poco a poco abajo, entonces, ¿qué vamos a esperar?”. Después de seis años en Chile, Eduardo Ojeda, oriundo de Venezuela, tomó la decisión de partir. Para él, y millones de Venezolanos, las despedidas son habituales, el viaje es habitual. El día 16 de noviembre del año 2023, con su hijo de dos años en brazos se entregó a la selva y caminó. 

Jeferson Kenedy nació en Ecuador, en una vereda de la capital en el seno de una familia de clase media. Para Jeferson fue quizás solo un episodio en su vida, una anécdota que contar de entre un repertorio de historias de la juventud. En compañía de su mejor amigo decidió que su mejor opción era abandonar la universidad para perseguir el mismo sueño que su hermano mayor había cumplido solo unos meses antes. 

Eiver Rosquel tenía ya dos hermanos en Estados Unidos. Antes de tomar la decisión de cruzar la selva y caminar por Centroamérica, era periodista en Trinidad y Tobago. Venezuela es su patria y amor eterno, pero ya hace muchos años que había dejado de ser su hogar.

Como estos tres hay millones de historias, pues en un mundo cada vez más interconectado, la globalización ha acelerado los flujos migratorios gracias a las mejoras en las comunicaciones, la expansión de las redes globales de información y la interdependencia económica entre países. Las personas migran no sólo para probar suerte y mejorar sus condiciones de vida, sino también debido a acuerdos comerciales internacionales que alteran los mercados laborales locales y crean nuevas oportunidades en otras regiones. 

Sin embargo, la migración tiene per se un trasfondo mercantil, un propósito económico que se manifiesta en cada etapa y para todos los involucrados. Es decir, la migración es y será siempre un negocio y más aún cuando se trata del sueño americano. Hoy en día la ruta a través de la selva del Darién es más popular que nunca lo que significa que aquellos que están al sur del continente americano no ven otra salida más que ese tramo que recuerda al cuello de una botella camino a los Estados Unidos.

La Selva

El Tapón del Darién es esa región tan inhóspita e inaccesible que separa a Colombia de Panamá. Se le conoce como “tapón” debido a que es el único tramo en el que la carretera Panamericana, que une Alaska, en Estados Unidos, y Ushuaia, en Argentina, se interrumpe por 106 kilómetros de densa selva. Su extensión territorial es de más de 16.803 km2 y se prolonga hasta el departamento colombiano del Chocó. Esta frontera cuenta con una altura de 1.800 metros en “la loma de la muerte” y torrentes caudalosas como el río turquesa, también conocido como “río de la muerte”.

En el lado de Colombia, el Darién se conforma por cuatro municipios del Golfo de Urabá: Juradó, Riosucio, Unguía y Acandí, todos considerados como zonas marrones —territorios de baja estatalidad y aplicación irregular de la ley—, en las que se vive el conflicto armado a flor de piel y gobiernan bandas criminales. En el lado de Panamá está la provincia con el mismo nombre: El Darién. Allí existen “comarcas” o territorios indígenas que están reconocidos por la legislación panameña, como lo son los Kuna, Wounaan y los Emberá, según comenta Jorge Gallo, portavoz de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Panamá y Costa Rica.

Perfiles

Este tramo es conocido por ser una de las rutas migratorias más populares de América e incluso del mundo durante los últimos años. De acuerdo con los datos proporcionados por los portavoces de la OIM, entre el 2005 y el 2020 el número de migrantes cruzando la selva se duplicó, convirtiéndose en la región con el mayor crecimiento de migrantes internacionales a nivel global. Javier Filippo, responsable de coordinar temas migratorios en la Defensoría del Pueblo colombiana, confirmó que Migración Colombia había identificado a 520 mil personas atravesando la selva el año pasado, y a marzo de este año ya iba por los 90 mil.

Diana Tobar, experta en refugio y asilo de la Defensoría del Pueblo en Colombia, comenta que antes del 2010 la ruta por la selva era mayoritariamente transitada por personas de África, y algunas excepciones de Asia. Posteriormente, los cubanos, que podían viajar hasta Venezuela debido a los acuerdos bilaterales entre ambos países, se adueñaron de la ruta y en 2016 se registraron los primeros haitianos. El Servicio Nacional de Migraciones de Panamá, citado por un informe de Human Rights Watchha dicho que durante los últimos años se ha evidenciado un cambio de nacionalidades y los venezolanos han pasado a representar cerca del 60% de los migrantes en la zona.

Carlos Botero, abogado encargado de la gestión de migrantes en Necoclí durante 2021 y 2022 en el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), resalta que los haitianos y los venezolanos —las nacionalidades más comunes durante el tránsito actualmente—, son poblaciones muy diferentes. Respecto a los venezolanos, Botero recuerda que tienen menos recursos económicos, tienen que dormir en las playas por necesidad y pedir limosna para poder ajustar el tiquete, mientras que los haitianos viajan con dólares.

“Es una realidad muy extraña porque tú ves a estos migrantes caminando y pidiendo”

Migrantes cruzando el río Turquesa. Vídeo de Eiver Carrasquilla

“La mayoría de los que pasaban por allí eran de Venezuela, venezolanos, y se cantaba hasta el himno de Venezuela. Nosotros cantábamos el himno de Venezuela a las cinco de la mañana”.

Según Luis Ruíz, portavoz de la cruz roja seccional Antioquia,  las encuestas que han hecho desde la organización sugieren que curiosamente la mayoría de migrantes viajan en grupos familiares con menores de edad. Javier Filipo de la Defensoría del Pueblo arroja una cifra y establece que más o menos entre el 20 y 25% de las personas de tránsito son niños y adolescentes.

Un total de 520.085 personas migrantes atravesaron la ruta irregular de la selva del Darién, entre Colombia y Panamá, en el 2023 (406.905 fueron adultos y 113.180, niñas, niños y adolescentes). Recordemos que Eduardo cruzó la selva con su hijo de dos años en brazos: “Mira que me él me dio muchos ánimos, para él esta travesía fue un paseo, o un juguete” 

“Él veía mucho una comiquita que se llamaba Pocoyo, entonces cuando iba subiendo la montaña, él decía: Pato sube, Pocoyo sube, Pato sube y yo lo veía, y eso me daba ánimo, muchas ganas de seguir, porque yo lo hice todo por él”.

@eiverrosquel876

Himno de Venezuela antes de entrar a la selva del Darie.

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Cabe resaltar que las autoridades colombianas no llevan un registro de las personas que entran a la selva. Algunas organizaciones y funcionarios del estado manejan cifras aproximadas debido al apoyo de los lancheros o las empresas de transporte marítimo a través del Golfo de Urabá. Luis Ruíz y Carlos Botero —de la cruz roja y del ICBF respectivamente—, aseguran que el censo que tienen proviene de los embarcaderos, que piden la nacionalidad y la edad, pero reconocen que debe haber un inmenso subregistro ya que existen servicios extraoficiales y barcos sin regulaciones. Este punto es, sin duda alguna, lo que ha dificultado la cooperación entre el gobierno panameño y el colombiano y ha acrecentado la discordia entre ambas partes.

Las rutas

Todo depende de la ubicación inicial del migrante, aquellos que vienen desde Ecuador, Perú o Chile suelen entrar a Colombia por Ipiales, un pequeño municipio en el departamento de Nariño al sur del país, que limita con Ecuador. La Defensoría colombiana sostiene que Ecuador, al ser un país de puertas abiertas con políticas migratorias más laxas, es el inicio para aquellos que vienen de África, Asia o el Medio Oriente. Sin embargo, quienes salen de Venezuela suelen iniciar el tránsito en Maicao, en la Guajira, al norte de Colombia

Sin importar por donde entren al país cafetero, el objetivo es llegar a Necoclí o Turbo, ambos municipios portuarios ubicados en el Golfo de Urabá. En el caso de Turbo, el Grupo Interagencial sobre Flujos Migratorios Mixtos (GIFMM), y la alcaldía de Turbo calculaban que, para septiembre de 2023, entre 500 y 1.000 personas salían todos los días desde el municipio. Luis Ruíz, comenta que salir del Turbo es más económico que Necoclí por lo que suele ser la opción predilecta de los migrantes con menos recursos como los venezolanos y ecuatorianos. 

Necoclí, por su parte, es un municipio de sexta categoría, es decir, con muy pocos recursos y presupuesto, pero ha sabido sacar provecho del negocio de la migración y el turismo. La mayoría de personas que llegan a Panamá, lo hacen desde uno de los muelles de Necoclí autorizados por la jurisdicción colombiana para el turismo hacia Capurganá —municipio ubicado en el departamento del Chocó con gran belleza natural. No obstante, ahora la situación ha cambiado hasta el punto de que en sus muelles transitan alrededor de 1.500 personas al día con la intención de migrar. Este pequeño municipio vivió durante el 2022 una crisis sin precedentes, según Carlos Botero, en sus playas llegaron a quedar represados cerca de 22.000 personas debido a diversos motivos como el cierre de fronteras con Panamá o modificaciones en las políticas estadounidenses. 

Eiver, Eduardo y Jeferson, todos salieron del puerto de Necoclí. A partir de ahí hay tres opciones principales: la primera es de Capurganá en Colombia hasta Canaán Membrillo en Panamá —esta ruta fue la más utilizada durante 2022 y su duración es de cinco a siete días en la selva—; la segunda va desde Acandí en Colombia hasta Bajo Chiquito en Panamá —tres a cinco días en la selva—; y finalmente, de Capurganá hasta Carreto, Caledonia o Mamimulo en Panamá —esta ruta no pasa por la selva pero tiene un alto riesgo de naufragios. Eiver eligió la primera ruta, mientras que Jeferson y Eduardo cruzaron por Acandí.

De acuerdo con informes de la defensoría del pueblo Colombia, la duración en la selva varía si se trata de familias que cruzan con niños o adultos mayores; estos grupos han llegado a estar hasta 15 días dentro de la selva. 

En la selva existen varios albergues o campamentos administrados por “consejos comunitarios”. Luis Ruíz afirma que allí no hay presencia estatal y que la Cruz Roja colombiana solo presta servicio en uno de los campamentos al principio de la ruta. Algunos migrantes pasan por los diferentes asentamientos indígenas hasta llegar a las Estaciones de Recepción Migratoria (ERM) administradas por la OIM en la comunidad de San Vicente o Lajas Blancas.

Eduardo, Eiver y Jeferson recuerdan el campamento de la Azteca (la entrada oficial a la selva) como el primer control o requisa. Allí les revisan el equipaje para que no entren con cuchillos, navajas, cortauñas, afeitadoras o cualquier arma u objeto cortopunzante. Los tres recuerdan esta zona como un lugar militarizado. Sin embargo, esto contradice el argumento de los expertos que aseguran que en la selva no hay presencia estatal. Entonces ¿quiénes son estos agentes armados?

Jefferson Kenedy en el campamento Azteca, El Darién.

Funcionamiento dentro de la selva

Informes de ACNUR calculan que casi el 70% de las personas que cruzan el Darién pagaron por un “guía”. Javier Filippo explica que hay un tema que es particular en la migración transcontinental del Caribe, y es la figura de los linieros. Estos, conocidos también como coyotes, son los que organizan las rutas migratorias no solo en el Darién sino a través de todo Centroamérica y luego se encargan de promocionar y vender los planes dentro y fuera del continente (La India, África Subsahariana, China, etc.). 

"Desde Ipiales hay unas redes de tráfico de migrantes que los contactan y les venden todo el paquete hasta Necoclí o Capurganá y que los conectan allá a Panamá."

Para nadie en Colombia es secreto que la selva del Darién ha servido durante años como un punto estratégico para la reorganización de grupos al margen de la ley. En el 2015 —antes de la firma del tratado de paz—, las fuerzas de seguridad panameñas desmantelaron campamentos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Pero hoy en día quienes hacen presencia en la zona son nada más y nada menos que el Clan del Golfo, una de las estructuras criminales más poderosas de todo el país. Este grupo es lo más parecido a la autoridad que existe en la selva y se ha confirmado que la mayoría de los coyotes en Colombia están asociados con ellos. 

Aquí volvemos al concepto de las zonas marrones, pues según la Defensoría del Pueblo se estima que con cerca de 9.000 miembros en todo el país, el Clan del Golfo ejerce un “control hegemónico” sobre el Golfo de Urabá y otras regiones aledañas debido a la baja presencia estatal y la falta de recursos.

La migración en general es un negocio lucrativo y el clan del golfo extorsiona o vacuna a todos los que se benefician del flujo migratorio en el lado de Colombia. Por ejemplo, los lancheros, las personas que alquilan sus viviendas o los que prestan sus servicios de “guías”. De hecho, en el informe “Este infierno es mi única opción” de Human Rights Watch, se lee que la fiscalía colombiana estimó que el Clan del Golfo pudo haber obtenido casi 60 millones de euros entre enero y octubre del año pasado debido al control que tienen sobre la actividad migratoria. 

Al calcular lo que el Clan del Golfo cobra como “vacuna” a las lanchas autorizadas el monto está cerca de los 570 millones de pesos mensuales (117 000 euros), y es que según, los datos de agosto de 2022, un promedio de 6,000 migrantes salieron semanalmente de los puertos autorizados de Necoclí. A esto hay que sumarle las ganancias obtenidas a través de la extorsión a guías terrestres, lanchas informales, conductores de motos y proveedores de insumos y servicios que aumentan significativamente esta cifra. Como resultado, los ingresos mensuales superan los mil millones de pesos (más de 200,000 euros).

El Clan de Golfo ha creado algunos sistemas para ejercer la autoridad y rastrear los pagos. Uno de los métodos más vistos es el de las pulseras o brazaletes. Esta identificación se coloca en el primer campamento. De acuerdo con Eduardo, los brazaletes costaban 150 dólares por personas, y había que hacerse con otro que costaba 25 para pasar al segundo campamento.

"Nos fuimos a ver las lanchas para comprar los boletos, porque teníamos que comprar el boleto de la lancha y también comprar la manilla, ¿qué era la manilla (pulsera)? era como para estar en la zona de los guerrilleros"

Estas pulseras vienen usualmente en combos. Eiver pagó cerca de 350 dólares para montarse en la lancha, y recorrer una parte de la selva acompañado de un guía, más un almuerzo. También existe otro tipo de servicios conocidos como los “mochileros” que cobran entre 60 y 100 dólares —dependiendo de la capacidad para regatear del migrante—, por cargar el equipaje o ayudar con los niños durante el ascenso por la montaña. Estos servicios y las pulseras solo están disponibles hasta el sector de “las banderas”, es decir, la frontera con Panamá. Allí dejan a los migrantes a merced de una señalización fabricada con bolsas de basura —azules para vía segura, rojas para indicar peligro. 

Algo que resulta curioso es que Eiver, Eduardo y Jeferson se refieran a Panamá como el lado más riesgoso de la travesía. Carlos Botero afirma que, aunque el Clan del Golfo sea un grupo armado y se lucre del Narcotráfico, también son muy organizados al momento de realizar la captación de migrantes, mientras que en el lado panameño, las bandas compuestas en gran medida por miembros de comunidades indígenas locales, no coordinan un modus operandi y pueden llegar a ser incluso más peligrosas.

“La guerrilla panameña, porque también había allá, nos agarró, nos pusieron una soga en el camino, armados con sus pistolas, sus metralletas y esas cosas, nos dijeron que teníamos que pagar por cada persona, 25 dólares”

No se encontró evidencia de la participación directa del Clan del Golfo en el tránsito o transporte de migrantes fuera de su zona de control ni más allá de la frontera con Panamá. Esto lo distingue de otros grupos armados en Colombia, cuyas acciones violentas y de control sí trascienden las fronteras nacionales. Es probable que el Clan del Golfo evite hacerse visible en territorio panameño para no atraer la atención de las fuerzas de seguridad, lo que les permite continuar con otros negocios ilícitos. Además, en Panamá, está presente el SENAFRONT, una rama de la Fuerza Pública panameña que, a diferencia de su contraparte colombiana, realiza operaciones en la selva para contrarrestar a los asaltantes de migrantes.

Otro punto clave del funcionamiento en el Tapón del Darién es que la economía está totalmente dolarizada. El precio de las lanchas, los combos, las pulseras, los diferentes servicios no solo de coyotes sino en los albergues y la comida se paga  en dólares. Esto ha encarecido el estilo de vida de los ciudadanos de a pie que residen en los pueblos del Golfo de Urabá. Carlos Botero, del ICBF, estuvo viviendo durante el 2021 en Necoclí, confirmando que muchas personas tomaban la decisión de abandonar el municipio para rentar en pueblos vecinos y poner en alquiler sus viviendas para los migrantes.

Riesgos

La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) reportó que entre enero de 2018 y junio de 2023, un total de 258 personas fallecieron o desaparecieron, incluyendo al menos 41 menores de edad. Sin embargo, como se mencionó antes, hay un subregistro por parte de las autoridades colombianas que impide saber cuántas personas han entrado a la selva y por ende cuántas no han logrado salir. 

Además, entre julio de 2022 y enero de 2023, ACNUR realizó un monitoreo de protección en Panamá, revelando que el 38% de las personas entrevistadas sufrió algún tipo de maltrato o abuso durante su travesía por la selva. Las formas más comunes de maltrato identificadas fueron estafas (38%), robos (37%), abusos o maltratos (36%) y amenazas físicas (18%). Además, se sospecha que los casos de violencia sexual están también subregistrados debido al estigma y los obstáculos que dificultan reportar estos abusos a las autoridades.

Pulseras de acceso a la selva. Foto de Eduardo Ojeda

“Hacia abajo, es donde viene la verdadera travesía. Es donde viene la parte peligrosa, donde uno empieza a ver, como se dice, los muertos, donde, donde roban, violan, hacen muchas cosas”

¿Todo esto era legal?

Está claro que la mayoría de migrantes que emprenden la ruta a través de la selva y subiendo todo Centroamérica están en una situación migratoria irregular mientras realizan el tránsito. Muchos viajan sin documentos válidos o visas, e incluso si son acreedores de un pasaporte, como lo es Eiver o Jefferson, llegar a cualquier país del centro por vía aérea no es una opción. Lo cierto es que esta realidad amplía los riesgos de explotación y otros abusos graves, pero también es la única forma que tienen para adquirir un asilo en la frontera.

Si bien hay datos de persona cruzando la selva desde el año 2010, el flujo migratorio ha crecido en gran medida gracias a las diferentes políticas migratorias que ha lanzado Estados Unidos y las relaciones multilaterales entre los país latinoamericanos, ya vimos las circunstancias que han obligado a las personas a salir del hemisferio sur del continente, pero ¿qué pasa hacia al norte? Carlos Botero (ICBF), reconoce al trabajar con los migrantes y conocerlos de primera mano que, cualquier anuncio que se hace desde Estados Unidos causa una gran presión y expectativas entre ellos.

A través de ese mismo voz a voz que los migrantes manejan llegan los anuncios: “antes de cierta fecha el gobierno de Estados Unidos les va a dar la posibilidad de tener el estatus de refugiado”. Esto, incluso si es mentira, crea grandes flujos migratorios. Y a la inversa, cuando Estados Unidos dice que va a endurecer las medidas, las personas se quedan en el stand by esperando un cambio en las decisiones desde allí.

Es evidente que a partir del 2021, el movimiento por el Tapón del Darién, y por añadidura el resto de países que constituyen la ruta hacia Estados Unidos, se duplicó y sigue en crecimiento. La razón principal es que durante el 2021 la administración de Joe Biden implementó nuevas directrices para mejorar el proceso de libertad condicional y reducir la detención para solicitantes de asilo.

En enero de 2021, Biden suspendió los Protocolos de Protección al Migrante (MPP, conocidos como “Permanecer en México”), que requerían que los solicitantes de asilo esperaran en México mientras sus casos se procesaban en los tribunales de EE.UU., y se comprometió a fortalecer el programa DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia), que había sido objeto de varios intentos de derogación durante la administración Trump.

Sin embargo, tras muchos debates, el Gobierno de Estados Unidos prorrogó el Título 42, una política, que se implementó a finales de la administración de Donald Trump y que consistió en la expulsión de personas que habían estado recientemente en un país donde estaba presente una enfermedad contagiosa. La excusa, esta vez, fue la pandemia del COVID 19, por lo que el control de ingresos en Estados Unidos se tornó muy fuerte. Alberto Cabezas portavoz de la Organización Internacional para los Migrantes (OIM), de la ONU, comenta que esa política permitía la expulsión inmediata de cualquier persona que cruzara de forma irregular a México. Lo anterior puso en un predicamento al país, pues México toleraba recibir toda esa población migrante irregular que era mexicana, pero también colombiana, venezolana, haitiana, nicaragüense, de otros países, según destaca Cabezas.

En ese orden de ideas, la política hizo que prácticamente hasta mayo de 2023, que se eliminó el Título 42, no hubiera ningún tipo de respeto hacia posibles solicitudes de asilo en Estados Unidos y se generaran cambios en los movimientos mixtos. Aproximadamente 30.000 personas que estaban en diferentes puntos de la ruta entre Sudamérica y Centroamérica quedaron varadas, según informes de ACNUR. No obstante “la pandemia no detuvo la migración, simplemente le puso unas características diferentes, pero las personas siguieron llegando durante la pandemia y después de ella” afirma Cabezas.

Es aquí donde empezamos a movernos en el terreno del derecho internacional. La ley vinculante permite a las personas solicitar asilo por cuatro razones principales. De acuerdo con Omar Arriazola, abogado experto en migración y asilo en el estado de Texas, Estados Unidos, el asilo es otorgado a personas que sean perseguidas por su raza, sexo o libertades sexuales, religión, o política. Generalmente esta última es la que sirve de base argumentativa para muchos ciudadanos de América Latina, el caso de los Cubanos con el régimen de Castro, Venezuela durante el chavismo y ahora bajo el mando de Nicolás Maduro, Nicaragua en dictadura, entre otros países del hemisferio sur que se han visto afectados por la inestabilidad política y la violencia.

Para responder a la exigencias del derecho internacional, el sistema migratorio de Estados Unidos creó el ‘Humanitarian Parole’ en 2007. En un principio este sistema iba dedicado a los ciudadanos de nacionalidad cubana, permitiéndoles la entrada al territorio estadounidense por razones de carácter humanitario o beneficio público significativo. No obstante, en la presente legislatura, concretamente el 5 de enero de 2023, Estados Unidos anunció un nuevo proceso de ‘Humanitarian Parole’ para venezolanos, haitianos y nicaragüenses. Los ciudadanos elegibles para ingresar a Estados Unidos gozarían de un periodo de dos años, con la posibilidad de solicitar la autorización de trabajo. Sólo en ese enero, 24.634 personas cruzaron la selva del Darién, estableciendo el récord de la mayor cantidad de ingresos registrados para un mes de enero en los últimos 13 años.

Estados Unidos es el principal destino de migrantes internacionales desde los años 70. De hecho, a 14 de junio del año pasado, el país fue el principal receptor de nuevas solicitudes de asilo individuales con 730.400 casos, más del triple que el segundo puesto, Alemania con 217.800. Además, después de la entrada en vigor del ‘Parole’, se estima que 30.000 personas por mes de las cuatro nacionalidades autorizadas solicitaron el asilo según un informe realizado ACNUR. A raíz de dicha cifra, el Gobierno de Biden habilitó la aplicación CBP-ONE que significa Custom Border Protection o aquel que vigila las fronteras de los Estados Unidos, ya sea por mar, tierra o aire. Esta aplicación permite a los solicitantes de asilo acceder a una cita con los agentes CBP en la frontera y presentarles su caso.

Según Alberto Cabezas de la OIM, actualmente hay unas 1400 citas diarias a lo largo de la frontera, que se dan a personas que están en México y les permite ser atendidos con cierto orden. Pero ¿dónde está el problema? la cita para presentarse ante un agente CBP solo puede llevarse a cabo en la frontera terrestre entre México y Estados Unidos, por lo que entrar en el país azteca se convierte en una instrucción de carácter obligatorio para los migrantes que buscan ser acreedores del ‘Humanitarian Parole’ o cualquier otro tipo de asilo político como es el caso de los ecuatorianos, colombianos, algunos ciudadanos de países africanos, asiáticos o de oriente medio, entre otras poblaciones vulnerables.

Por si fuera poco, la cita puede tardar meses en ser adjudicada, por lo que los migrantes deben quedarse en México en situación irregular. Eiver comenta que estuvo esperando junto con su hermano durante tres meses en la capital y Eduardo y su familia se vieron obligados a permanecer en México en calidad de prófugos durante dos meses.

¿Por qué no entrar de manera regular?

Un número cada vez más grande de gobiernos en Latinoamérica, frecuentemente bajo la influencia de Estados Unidos, han impuesto una serie de restricciones como visados a las personas que intentan ingresar a sus países, incluso transgrediendo el derecho humano fundamental a solicitar asilo. Los visados impiden que los migrantes puedan volar en avión a México y Centroamérica obligando a las personas a optar por rutas irregulares o caer en manos de coyotes (mafias). 

Las restricciones de visado impuestas en México y Centroamérica han limitado las opciones de los venezolanos para volar hacia el norte, obligándolos a enfrentar el peligroso cruce del Darién. A comienzos de 2022, México, Costa Rica y Belice implementaron la necesidad de visado para los ciudadanos venezolanos. Además, desde 2017, Panamá y Honduras ya exigían visado a los venezolanos, mientras que Guatemala lo ha requerido desde 2018.

Solicitar una visa nunca ha sido una tarea fácil. En primer lugar es necesario contar con un pasaporte. En Venezuela, obtener un pasaporte cuesta aproximadamente 200 dólares como el mismo Eiver confima, una suma que puede aumentar debido a tarifas adicionales impuestas por algunos funcionarios o servicios ilegales. Este costo resulta imposible de asumir para la mayoría de los venezolanos, considerando que el salario mínimo en el país oscila entre 4 y 5 dólares mensuales, equivalente a unos 130 bolívares. 

La situación es diferente para los venezolanos que se encuentran ya fuera del país en lugares como Chile, Brasil, Argentina o incluso Colombia. Esto se debe a que los servicios consulares en el extranjero son muy limitados y la expedición de documentos legales como pasaportes, actas de matrimonio, certificados de nacimiento, entre otros, se dificulta. Para complicar más las cosas, con el reconocimiento que muchos países de la región le hicieron a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela en el 2019, las relaciones diplomáticas con el régimen de Maduro —el de la gobernabilidad—, se rompieron. Es más, de los 773 venezolanos encuestados por ACNUR en el Tapón del Darién entre julio de 2022 y junio de 2023, sólo aproximadamente el 8% poseía un pasaporte válido.

Misma tortura se vive en Haití, país que se enfrenta a la mayor cantidad de restricciones de visado respecto a cualquier otro en el continente, o Ecuador que cortó lazos diplomáticos con México y requiere visa en Guatemala también. Jeferson cuenta que él sí tenía su pasaporte ecuatoriano en vigor, y aunque no tenía visa para entrar en México, su plan inicial era viajar en avión hasta El Salvador. Sin embargo, su amigo con el que realizó el recorrido no tenía pasaporte y por ende tomaron la decisión de cruzar la selva y seguir en la ruta.

“Obviamente lo más fácil es coger un avión y llegar allá, pero las regulaciones migratorias no les permiten entrar sin visado y a ese tipo de poblaciones no les van a dar visa porque es un problema para los gobiernos locales”

Caminando por Centroamérica

La parada final que marca la salida de la selva es la Estación Temporal de Recepción Migratoria (ETRM). Allí, el Estado panameño con el Servicio Nacional de Frontera (SENAFRONT)  identifica a los migrantes mediante biometría y a través de buses privados, los traslada a la frontera con Costa Rica en la ETRM de Los Planes Gualaca. Los solicitantes de asilo nunca entran realmente a Ciudad de Panamá ni otras localidades del país salvo el Darién, pues les facilitan el tránsito directo hasta Paso Canoas en Costa Rica. 

De ahí tienen que emprender viaje hasta Nicaragua. Eduardo indica que en un refugio de Costa Rica proporcionan también buses privados hasta la frontera con Nicaragua.  El precio de estos buses oscila entre los 30 y los 50 dólares. Centroamérica está plagado de coyotes, ya que todas estas fronteras los migrantes deben cruzarlas de manera irregular,  para llegar Nicaragua, Eduardo y su familia tuvieron que desembolsar 30 dólares cada uno como “colaboración” y Jeferson menciona a un tal “Bad Bunny”, un contacto que le proporcionó su hermano con el fin de pasar escondidos entre las cargas de un camión. 

Honduras y Guatemala son más de lo mismo, un negocio lucrativo en el que participan agentes gubernamentales como policías fronterizos, mafias locales, coyotes y capos. 

"Guatemala, Guatemala, Ay, no, no, no, no. Recuerdo que allí tenías que ir como si fueses un prófugo. Tenías que ir pagando, si no pagabas tenías que ir escondido. Tenías que pagar el carro que te iba a llevar y si te agarraba la policía, te decía que tenías que pagarle también."

México, la selva de cemento

La selva del Darién es un reto físico y mental que exige mucho compromiso o necesidad. Pero conquistar México es la promesa de vivir, mediante el asilo, la reunificación familiar, el desarrollo personal, y el triunfo de meses de travesía. Así, les viene el sentimiento reflejado en esa frase que dice “cuando más cerca estás de la cima, más empinado se vuelve el camino”. Por ejemplo, Eduardo intentó por todos los medios adquirir su cita para la frontera tan rápido como pudo, porque, según relata, una señora de un cartel mexicano le quería comprar a su hijo y al negarse recibió fuertes amenazas.  Alberto Cabezas de la OIM, reconoce que el principal problema de México es la corrupción y la colusión de las autoridades y los grupos delincuenciales. Al no tratarse de un problema homogéneo, es muy difícil de erradicar. La Organización hace lo posible por capacitar a los cuerpos de la ley para evitar desfalcar a los migrantes. No obstante, la realidad es que México está recibiendo una cantidad de solicitantes de asilo sin precedentes, el año 2023 la migración irregular fue de 782.000 eventos, un 77% más que en 2022.
Como bien sabemos, para entrar a México, la mayoría de inmigrantes enfrentan restricciones y requisitos de todo tipo. De hecho, a los ecuatorianos les piden una solvencia económica que pocos pueden permitirse. El objetivo es bloquear de cualquier manera el canal humanitario que se ha formado a través de Centroamérica y aunque el paso fronterizo con Guatemala es poroso y fácil de burlar, la política de expulsión está activa y vigente. Cabezas comenta que en México no tener papeles es una falta administrativa que acarrea la expulsión —a diferencia de otras legislaciones como la Colombiana, donde el tránsito de inmigrantes no es ilegal. Por ejemplo, Jeferson vio su sueño frustrado cuando la policía federal lo atrapó en Arriaga, donde pasó tres días en una cárcel llamada Siglo XXI.

"Nos metieron en esa cárcel, una cárcel grande por pabellones, nos quitaron todo, pero nos dieron un cepillo de dientes y una cobija de aluminio, o sea, un cuadrito de aluminio. "

Allí, Jeferson comenta que vio el abuso de la autoridad en todo el sentido de la palabra. Ni él ni su amigo tuvieron derecho a una llamada telefónica, y por si fuera poco, afirma que lo llegaron a golpear con una porra. Tras este trato, Jeferson fue deportado a su país en un avión proporcionado por el Estado, en el que iban más de 100 inmigrantes irregulares provenientes de Ecuador.

Entregándose 

Todo termina ahí, en esa valla gigantesca que separa Latinoamérica de lo que por muchos años se ha vendido como el país de las libertades, el sueño americano: Estados Unidos. Después de caminar 5 mil kilómetros como fugitivos, a pasos silenciosos, los migrantes deben presentarse ante el CBP en el día y la hora que les corresponde según la cita que les asignaron. Hay 8 puertos de ingreso disponibles para aquellos que han hecho uso de la aplicación a lo largo de toda la frontera. Allí, presentarán su caso y cruzarán de manera provisional. Posteriormente, los migrantes deben asistir a un juzgado para que se les otorgue el asilo, sacar el número de la seguridad social y conseguir un permiso de trabajo que les permita estar cómodos y de manera regular en Estados Unidos.

La entrega es relativamente sencilla comparada con todo lo que han vivido, según comentan Eiver y Eduardo, porque recordemos que Jefferson no pudo llegar a la frontera. Se trata de un cuarto pequeño donde se someten a un control migratorio rápido, toman algunos registros biométricos y les dan opciones para finalmente entrar. Por ejemplo, mediante su patrocinador —un familiar que está allí de manera regular. Eiver llegó por Baja California y pasó la noche en un hotel en San Diego que él describe como cinco estrellas, auspiciado por el gobierno estadounidense. Después tomó un vuelo a Nueva York para encontrarse con sus hermanos; sin embargo, su nuevo hogar es ahora Houston, Texas. Eduardo también viajó a la Gran Manzana con su familia, pero él sí vive allí desde entonces.

Es un alivio que esta travesía tan larga culmine con éxito para los migrantes que han pasado por las duras y las maduras, pero también deja entrever las fallas sistemáticas que hay, no solo en Latinoamérica, un continente que se erige todos los días de entre las condiciones adversas, sino también en Estados Unidos. El altruismo con el que nos gustaría que funcionara el mundo también revela sus limitaciones, pues por más que quisiéramos grandes corredores humanitarios que permitieran a los migrantes llegar a sus destinos, ningún país puede ni debe recibir personas de manera irregular. La travesía por el Tapón del Darién es solo una parte del largo viaje que millones de personas emprenden, y las políticas migratorias de los países de tránsito y destino, a menudo influenciadas por circunstancias políticas y económicas, juegan un papel crucial en el destino de estos migrantes.

Aunque algunos logran llegar, la migración irregular expone a muchos a riesgos extremos y vulnerabilidades que podrían mitigarse con un enfoque más humanitario y coordinado. La cooperación internacional y la implementación de políticas migratorias justas y compasivas son esenciales para abordar los desafíos y las necesidades de los migrantes. Solo así podremos avanzar hacia un mundo donde el sueño de una vida mejor no implique poner en riesgo la propia vida. Esta narrativa subraya la necesidad urgente de soluciones estructurales que aborden las causas profundas de la migración y ofrezcan vías seguras y legales para quienes buscan asilo y oportunidades. Es imperativo que los países de origen, tránsito y destino trabajen juntos para crear un sistema migratorio que refleje tanto la dignidad humana como el respeto por los derechos de todos los individuos. Porque sí, la migración es un negocio, pero también es un derecho.

Bus privado camino a Paso Canoas en Costa Rica. Vídeo de Jefferson Kenedy

Momento en el que Eduardo Ojeda y su familia se entregan a las autoridades estadounidenses en la frontera. 

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Agradecimientos

El principal agradecimiento a mis papás que han dado todo para darme las mejores oportunidades y al mago que siempre motivó mi curiosidad y despertó en mi estas ganas tan insaciables de aprender. 

A mi familia que me apoyo desde sus conocimientos y fuentes para hacer de este reportaje algo de lo que sentirme orgullosa y, finalmente, a todos los que participaron de alguna u otra manera de este trabajo con su testimonio o experticia. 

 

"Caminante, son tus huellas el camino y nada más; Caminante, no hay camino, se hace camino al andar."